Ni servicio, ni cívico, ni voluntario
Por Andrés Larroque
Secretario General de La Cámpora
Desde que comenzó la presidencia de Néstor Kirchner se hizo evidente que en nuestro país existen dos modelos antagónicos. Muchas veces, esa discusión se esconde, se oculta, se tergiversa porque los intereses de la oposición son inconfesables. Sin embargo, otras veces aparece explícitamente, de una forma tan cruda que muestra de forma nítida los dos modelos en pugna.
Por un lado, el modelo neoliberal que depositaba el poder real en las corporaciones y en los grandes grupos económicos a costa del sacrificio del resto del pueblo que sufría las consecuencias. Aquel modelo condenó a millones de pibes a la exclusión y a la desesperanza.
Por otro lado, el modelo que desde el 2003 restableció el poder real en los intereses del conjunto del pueblo argentino mejorando las condiciones de vida de los trabajadores, los jubilados y los niños.
El proyecto sobre “Servicio Cívico Voluntario” para pibes de 14 a 24 años que los senadores opositores aprobaron ayer muestra concretamente el modelo de país que la oposición nos ofrece a los argentinos y la concepción que tienen sobre los niños, la educación y la pobreza los que destruyeron la Argentina durante décadas.
Para que los jóvenes que no estudian ni trabajan puedan hacerlo hay que hacer justamente lo contrario a lo que hicieron ellos cuando fueron gobierno. O sea, financiar la educación y crear puestos de trabajo.
Mientras aumenta la tasa de escolaridad gracias a la Asignación Universal por Hijo, la oposición quiere que los chicos en “situación de riesgo” no vayan a estudiar a un colegio como cualquier otro sino que presten servicio para ¡las Fuerzas Armadas!
Curiosamente, mientras el Estado Nacional reparte computadoras para que todos los pibes tengan las mismas herramientas para desarrollar y potenciar su educación e inserción laboral, la oposición quiere encerrarlos en los cuarteles.
Mientras el Gobierno de Cristina lanza un plan para construir 410 nuevas escuelas para llegar a 1700 desde el 2003, la oposición quiere que los pibes terminen sus estudios en una nueva Colimba, aislados de la sociedad. Los quieren encerrados, escondidos, presos, apartados del resto.
Mientras logramos volver a abrir las escuelas de oficios que habían cerrado ellos porque no servían para su modelo de país que achicaba las fuentes laborales, ahora pretenden que los jóvenes se inserten en la “sociedad civil” justo con los militares. Hasta las Fuerzas Armadas expresaron que el Ejército no está capacitado ni tiene los recursos necesarios para hacerse cargo de una tarea ajena a su función y contradictoria con su rol constitucional y con la legislación vigente.
Lo que no nos dicen los señores senadores de la oposición es que no están pensando en la educación de los jóvenes sino en otra cosa. El cinismo de la UCR y el PJ conservador es tan obsceno que el proyecto ni siquiera pasó por la Comisión de Educación sino por las de Justicia y Asuntos Penales y por la de Seguridad Interior y Narcotráfico. Sospechan que los niños de bajos recursos son delincuentes y la primera ley que logran aprobar los manda a un ámbito castrense para que estén rodeados de armas de guerra.
No es casualidad que estos personajes oscuros aparezcan justo ahora con este tipo de iniciativas contra los jóvenes. El multitudinario acto del Luna Park y la participación masiva de estudiantes secundarios porteños reclamándole a Macri condiciones edilicias dignas muestran que el protagonismo de las nuevas generaciones tiene un fundamento sólido: los jóvenes estamos muy conscientes de nuestros derechos y convencidos de conquistarlos.
En los 90 nos sacaban el trabajo, la educación y nos daban palos y represión. Ahora quieren volver a hacer lo mismo y por eso estigmatizan a los jóvenes como si fuéramos delincuentes que necesitan orden y disciplina.
Nosotros sabemos que para seguir avanzando en el camino de la justicia social tenemos que profundizar el modelo iniciado en el 2003 y la importancia de los jóvenes en esta tarea es fundamental. Por cada intento de agresión, discriminación, estigmatización, como este absurdo proyecto de ley, que recibamos los jóvenes, contestaremos con el doble de participación, el doble de discusión, el doble de organización y el doble de creatividad y alegría.
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